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MES MISIONERO EXTRAORDINARIO



Aunque estamos acostumbrados a las creatividades del Papa Francisco, nos sorprendió y alegró el año pasado la noticia de que el mes de octubre de 2019 sería un MES EXTRAORDINARIO AD GENTES. Sorpresa porque se venía gestando lo que ya pronto será una realidad, ‘EL SÍNODO DE LA AMAZONIA’ y que junto a él en ese mes resonara el vocablo Ad Gentes, disparó la curiosidad de querer entender la intencionalidad del Papa, que no da puntadas sin hilo. Alegría, porque la ‘Misión Ad Gentes’, no es algo secundario en la Iglesia, sino ‘un espíritu originario y esencial del ser Iglesia’. Las palabras de Jesús antes de subir al cielo son un tesoro que ella siente el deber de custodiar y que tocan el corazón de la Iglesia:

“Vayan y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…” (Mt.28,19-20)

Una respuesta a nuestros interrogantes, la encontramos de modo inmediato, porque con motivo de cumplirse los 100 años de la Encíclica Maximum Illud del Papa Benedicto XV, Francisco invita a este mes extraordinario. Sin embargo, sabemos, porque lo vamos descubriendo en las distintas exhortaciones de su Magisterio, que ¡no nos debemos dejar robar la alegría evangelizadora! (EG.83) y que ‘la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera’ (EG.15).


Mucho queda por hacer para responder al llamamiento misionero que el Señor no deja de dirigir a todos los bautizados, por eso el lema de este mes: BAUTIZADOS Y ENVIADOS: la iglesia de Cristo en misión en el mundo.

Las realidades en un mundo que cambia de modo vertiginoso, en el cual, junto a los adelantos científicos y tecnológicos, se siguen destapando y visibilizando tantas pobrezas humanas, la Iglesia no puede quedarse tranquila o indiferente y en su vocación de Madre, no puede dejar de acercarse a ella y preguntarse: “¿Cómo imaginan su “futuro sereno” y el “buen vivir” las futuras generaciones? ¿Cómo podemos colaborar en la construcción de un mundo que debe romper con las estructuras que quitan vida y con las mentalidades de colonización para construir redes de solidaridad e interculturalidad? y, sobre todo, ¿Cuál es la misión particular de la Iglesia hoy ante esta realidad?” (Preámbulo DPA)


Tantos desafíos y crisis actuales, fuera y dentro de la Iglesia, suscitan la tentación y el peligro de ‘encerrarnos, de mirar con poca esperanza el futuro y de disminuir el esfuerzo misionero. Pero es el momento de abrirnos con confianza a la Providencia de Dios, que nunca abandona a su pueblo y que, con la fuerza del espíritu Santo, lo guía hacia el cumplimiento de su plan de salvación’ (Benedicto XVI, Mje.2007).

Toda comunidad cristiana nace de la misión y debe ser misionera, porque el amor de cada uno de sus miembros al Señor se mide por su compromiso evangelizador. Cada bautizado debe ser protagonista y corresponsable de la misión de la Iglesia.


Niños, jóvenes, adultos, ancianos, enfermos, consagrados, TODOS BAUTIZADOS, TODOS ENVIADOS. Y roguemos al ‘Dueño de la mies’ que nos despierte en esta conciencia evangelizadora Ad gentes, recordando lo que decía S. Pablo VI: “Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla”. (EN.17)

Por último, tengamos presente las cuatro dimensiones, que nos indica el Papa, para vivir más intensamente el camino de preparación y realización del Mes Misionero Extraordinario de octubre de 2019:


  • † El encuentro personal con Jesucristo vivo en su Iglesia a través de la Eucaristía, la Palabra de Dios, la oración personal y comunitaria;

  • † El testimonio: los santos, los mártires de la misión y los confesores de la fe, expresión de las Iglesias esparcidas por todo el mundo;

  • † Formación misionera: escritura, catequesis, espiritualidad y teología;

  • † La caridad misionera.


Le pedimos también a nuestra Madre nos ayude a ser ‘audaces y humildes’ en esta tarea misionera, conscientes de nuestra conversión cotidiana, pero con la gracia y el fuego del Espíritu que renueva todas las cosas.


Mons. Fernando Martín Croxatto

Obispo de Neuquén

Presidente de la Comisión de Misiones de la CEA




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